martes, 19 de mayo de 2015

Y dígame, ¿desde cuándo caga usted mariposas?

Como fiel defensora del término medio me veo en la obligación de llamar la atención sobre esta nueva tendencia a la felicidad extrema y constante, la positividad y el entusiasmo desmedido. Esto hay que frenarlo como sea. Se están escribiendo frases positivas sobre paisajes bucólicos muy por encima del límite de la normalidad y animando a gente a perseguir utopías como el burro que persigue una zanahoria atada a un palo.

Ahora que cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día es maravilloso y el mundo es feliz, ahora que la gente caga mariposas, ¿qué hacemos con los “me cago en todo”? ¿Y con las listas de reproducción de canciones tristes y melancólicas? Y esto último no es ninguna tontería, porque con el excedente de mierda todavía se puede abonar, pero eliminar las canciones bajoneras son puestos de trabajo que se pierden. ¿No vamos a volver a llorar si no es de alegría? Pues se nos van a resecar los ojos amigos.
Se va a perder ese sarcasmo de calidad de quien no lleva un buen día, bajaran las ventas de chocolate y se va morir la vaca malva esa, se van a perder muchas formas creativas de insultar. Con lo bonito que es chinchar, pero claro, si nada nos molesta, ¿para que molestarnos?

Está mal visto quejarse y enfadarse; está prohibido tener un mal día. Hay que perseguir nuestros sueños, ¡cualquier sueño! Ahora si lo deseas lo suficientemente fuerte, cerrando los ojos, todo es posible. Si lo intentas, las cosas saldrán bien siempre. Hay que ser feliz, todo el rato, pase lo que pase.

Pues cabe mencionar que si todos los días son el mejor, no hay mejor día; y que hay cosas imposibles y cosas improbables, que conviene diferenciar, porque perseguir las primeras es autoadministrarse frustración.

Me gusta tener días increíbles y odio los días de mierda; pero los veo necesarios; sin días malos, los buenos pierden su valor. Necesitamos referencias. Pero lo que veo más necesario aún es una reacción natural. Este modo de vida tan fantástico que se estila ahora es tan artificial como el plástico y la felicidad que propone de tan mala calidad como el plástico de un chino.


Queridísima sociedad esclava de todo tipo de modas, se te está yendo de las manos la positividad, la felicidad y el entusiasmo.  No me mal interpretéis, no odio la felicidad y la alegría de vivir, el problema es que me la estáis devaluando.