Echo de menos los charcos, esquivarlos cuando me he equivocado claramente de calzado al salir de casa o pisarlos a conciencia cuando salía preparada. Echo de menos ver como llueve ahí fuera mientras noto el calor de la chimenea; el viento sur como excusa para el mal día que has tenido.
Echo de menos el mar, que el viento huela a sal. Pasear por la playa y tener arena en casa en pleno Marzo.
Aunque parezca mentira echo de menos luchar contra el viento, que se me rompa el paraguas, que llueva de lado. Echo de menos a las señoras con paraguas ocupando toda la calle San Fernando cuando tienes prisa. Echo de menos el granizo, correr de portal en portal.
Echo de menos el ruido que hacen los ríos cuando bajan con fuerza, las fuentes en las rotondas (que realmente funcionan). El paseo marítimo con temporal. Me falta el verde en todas partes. Los árboles, las flores.
Echo de menos pasear descalza por la piedra caliente del porche a medio día, sentarme en las escaleras al sol en compañía de las lagartijas. Mirar el cielo para ver las nubes moverse. Me falta el ruido que hace el viento entre los abedules. Echo de menos el arcoíris. Echo de menos el olor a tierra mojada, a recién segado.
Desde ahora y para siempre me declaro brújula. Pues esté donde esté apuntare siempre al norte. Mi norte.
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