Hubo un momento en mi infancia en el que el sistema educativo quiso poner a prueba mi pensamiento abstracto, o dicho de otra forma, hubo un día en el colegio en el que hablamos de refranes.
Cada uno lanzaba un refrán al aire y algún valiente se encargaba de explicarlo, previa mano levantada claro, como todo lo que se hace desde aquellas sillas verdes.
Llegó mi turno, tarde como siempre, porque la R no está muy bien posicionada en el alfabeto; y yo desde mi pequeñez pequeña escogí el refrán, que aún hoy escojo siempre: "Más vale maña que fuerza". Os diría que me lo enseñó alguna figura importante de mi vida para que sea todo más bonito, pero la realidad es que lo aprendí viendo los Fruitis, me lo explicó una piña que se llamaba Gazpacho (cosa que nunca entendí). Y puede que porque yo nunca fui muy grande o muy fuerte, me pareció genial y se tatuó en mi cerebro para siempre.
Fui capaz de entender, y hubiera sido capaz de explicar (si no hubiera sido tan pequeñita y mi mano no pasara tan fácilmente desapercibida) todos los refranes que mis compañeros aportaron, todos menos uno.
"Más vale malo conocido, que bueno por conocer"
¿Cómo? ¿Qué? en mi cabeza se produjo un cortocircuito, y rápidamente pensé que lo había oído mal "será, más vale bueno por conocer, que malo conocido" pero no. Desde mi pequeñez pequeña no podía entender como alguien podía preferir algo malo a algo bueno, por mucho que lo conociera. Lo pensé, le di mil vueltas y no logré entender porque más vale malo conocido que bueno por conocer. Pregunté a quien lo sabía todo, que en aquel momento no era Google, porque no existía (esto me hace sentir vieja), era mi padre, pero a el le parecía tan lógico que no acertó a entender que era lo que no entendía de aquella frase.
Pasaron años hasta que lo comprendí, hasta que entendí, que aquel refrán reflejaba el miedo al cambio. Ahora, que ya no me siento en sillas verdes y que aunque siga siendo pequeña ya no paso desapercibida si yo no quiero, puedo decir que lo entiendo, pero al igual que cuando era una niña, no lo comparto.
Yo me quedo con lo bueno por conocer, aunque haya que conocerlo.
Y precisamente sea conocerlo, descubrirlo, la mejor parte de todas.
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