Algún día me quedaré sin voz, que no sin palabras.
Quedarán escritas, a veces de mi puño y letra, otras veces mecanografiadas, algunas de mis ideas. Quizás no las más brillantes pero si aquellas que algún día tuve la necesidad de escupir. En este rincón de Internet, en mi agenda repleta de anotaciones, en la pared de ese espacio del mundo que me vio crecer, en mis cientos de papeles, en los márgenes de los libros que disfruté o en los apuntes que tomé.
Dejaré escritos todos los "te quiero" y los "te echo de menos" para cuando hagan falta. Quedará escrito gran parte del cariño, de mis pasiones y mis odios. Quedarán subrayados en mis libros mis chistes y gags favoritos, anotados entre mis papeles los chistes más malos y los que son la antitoxina de los malos días; por si faltarán algún día las risas. Los fragmentos de canciones que no entraron solo por el oído. Quedarán en ese disco duro, el que guardo en una cajita, mis textos como si fueran mis restos, los que vieron la luz y los que no, para quien quiera estar conmigo; aunque yo ya no esté.
Me quedaré en las dedicatorias de los libros que regalé, en las notas que mandé, en las cartas y en los mensajes; en los texto que dediqué, en las provocaciones, en las bromas y en las críticas, las constructivas y las destructivas.
Quedarán mis excesivas comas y mis rotundos puntos. Quedará mi uso abusivo de la repetición junto con mi gusto por la contradicción y el sin sentido. Mi tendencia a la prosa pretenciosa que se cree poema. Quedarán mis retorcidos adjetivos y mis metáforas. Ay! quedarán mis metáforas huérfanas de explicación. Quedarán todas mis hipérboles. Toda la ironía y el sarcasmo, pero ya no estará mi sonrisa para respaldarlos.
Es una bonita particularidad de esta manía disfrazada de afición que tengo o padezco. Pero no todo se puede escribir, no; y yo aún tengo mucho que decir.
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