Como fiel defensora del término medio
me veo en la obligación de llamar la atención sobre esta nueva tendencia a la
felicidad extrema y constante, la positividad y el entusiasmo desmedido. Esto
hay que frenarlo como sea. Se están escribiendo frases positivas sobre paisajes
bucólicos muy por encima del límite de la normalidad y animando a gente a
perseguir utopías como el burro que persigue una zanahoria atada a un palo.
Ahora que cada segundo, de cada
minuto, de cada hora, de cada día es maravilloso y el mundo es feliz, ahora que
la gente caga mariposas, ¿qué hacemos con los “me cago en todo”? ¿Y con las
listas de reproducción de canciones tristes y melancólicas? Y esto último no es
ninguna tontería, porque con el excedente de mierda todavía se puede abonar,
pero eliminar las canciones bajoneras son puestos de trabajo que se pierden. ¿No
vamos a volver a llorar si no es de alegría? Pues se nos van a resecar los ojos
amigos.
Se va a perder ese sarcasmo de
calidad de quien no lleva un buen día, bajaran las ventas de chocolate y se va
morir la vaca malva esa, se van a perder muchas formas creativas de insultar. Con
lo bonito que es chinchar, pero claro, si nada nos molesta, ¿para que
molestarnos?
Está mal visto quejarse y
enfadarse; está prohibido tener un mal día. Hay que perseguir nuestros sueños, ¡cualquier
sueño! Ahora si lo deseas lo suficientemente fuerte, cerrando los ojos, todo es
posible. Si lo intentas, las cosas saldrán bien siempre. Hay que ser feliz,
todo el rato, pase lo que pase.
Pues cabe mencionar que si todos los días son el mejor, no hay mejor
día; y que hay cosas imposibles y
cosas improbables, que conviene diferenciar, porque perseguir las primeras es
autoadministrarse frustración.
Me gusta tener días increíbles y
odio los días de mierda; pero los veo necesarios; sin días malos, los buenos
pierden su valor. Necesitamos referencias. Pero lo que veo más necesario aún es
una reacción natural. Este modo de vida tan fantástico que se estila ahora es
tan artificial como el plástico y la felicidad que propone de tan mala calidad
como el plástico de un chino.
Queridísima sociedad esclava de
todo tipo de modas, se te está yendo de las manos la positividad, la felicidad y
el entusiasmo. No me mal interpretéis,
no odio la felicidad y la alegría de vivir, el problema es que me la estáis
devaluando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario