jueves, 7 de enero de 2010

Los días que no sabían lo que eran

Hoy jueves, mañana viernes y después Sábado y Domingo.
Son cuatro días si, pero cuatro días sin identidad.
Ya no es navidad, pero tampoco hemos vuelto a nuestra vida cotidiana.


Si tuviera que poner un titulo a estos cuatro días después de la navidad y antes de volver a la normalidad los llamaría: los días del terror.

Y la palabra que me escalofría el alma, me pone las papilas gustativas de gallina y me acuchilla el corazón es "Rebajas".

Los artículos rebajados, los "chollos" las "gangas" sacan lo peor de las personas. Es como si después de ser buenos y angelicales todas las navidades la gente tuviera la imperiosa necesidad de sacar toda la maldad reprimida durante esas fechas.


Si nos fijamos bien y estamos atentos podremos observar como al cruzar la puerta de las tiendas las mujeres (sobre todo de avanzada edad) y algunos hombres que habían estado aplastados contra el cristal como ballenas en peceras redondas se transforman:

Los ojos, ahora de color rojo infierno, se les salen de las órbitas al ver esa camisa al 50%, como si tuviera algún tipo de zoom incorporado, ya no tienen manos, sino garras, han perdido toda compasión y amor al prójimo y además y esto es algo que siempre me ha llamado la atención, han perdido el sentido del orden.

Me explico: aquella madre o abuela que tantas veces te ha gritado, reñido, que tantas veces se ha llevado las manos a la cabeza al ver tu cuarto, y que tantas veces a dicho frases como:

"mira todo por el suelo.. como si no valiera nada..." o te ha echo preguntas como: "¿Es que no sabes doblar las camisetas, que lo tienes que meter todo arrugado en el armario?"

Esa, la misma que viste y calza. Ella, ella y no otra se dedica a arrasar las tiendas como un huracán en Florida.

Tira la ropa por el suelo, no dobla algo ni de casualidad, pisa y arrastra las cosas, y estoy segura de que si necesitara sonarse los mocos no se molestaría ni en sacar un pañuelo del bolso.


Pero bueno, no solo de comprar vive el hombre, también vive de devolver.

Estos días las monísimas dependientas de las tiendas y los apuestos y gentiles dependientes ven disminuida aun más si cabe su amabilidad pero esta discapacidad psíquica que los caracteriza no les impide mirar una vez mas por su comodidad, que al fin y al cabo es lo que importa ¿no?

Así que en un alarde de creatividad e ingenio habilitan una mesa titulada "cambios y devoluciones"

Si no la habéis visto es porque la mesa, esta detrás de la cola que da la vuelta a la esquina, sube la cuesta , llega al final de la calle, sale de la ciudad, pasa la frontera y termina en Bayona, Francia.

Si se logra llegar a la mesa, pueden cambiarse todas aquellas cosas que no nos valen o sencillamente no nos gustan.

Lo podremos cambiar por aquella camiseta arrugada y tirada en el suelo dada de si por lo tirones y que probablemente sirvió en algun momento para recoger las velas que colgaban de la cara de algun niño.

También nos pueden devolver el dinero o darnos un bonito "Vale" para poder comprar cualquiera de los bonitos artículos de esa tienda en la que jamas hubiéramos entrado si no fuera porque el regalo venia con su maravilloso ticket de compra.
Podría seguir hablando de estos horas, pero una imagen vale mas que mil palabras, además tengo que ir a devolver una sudadera.






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